jueves, 19 de marzo de 2020

LENGUA (Mitos y leyendas canarias III)


LOS GUANCHES, LOS SERES SUPREMOS Y EL AXIS MUNDI



 Los aborígenes de las Islas Canarias, los guanches, concebían la idea de un Dios único, con un claro sentido monoteísta; un sentido diferente al concepto actual, pero muy similar a otras sociedades primitivas. Este ser supremo parece ser que era el sol, ya que los aborígenes eran idólatras de los astros, de todo aquello que observaban en el cielo.

Por tanto, su centro de su cosmovisión era el astro rey, aunque otros historiadores apuntan que también la luna podría ser su objeto de culto. Añadido a esta hipótesis, hay que señalar que en el proceso de evangelización guanche, la Virgen de Candelaria pasó a ser asimilada como el ser supremo.
Muchos investigadores señalan que los pueblos bereberes, oriundos del norte de África, son el origen de estos aborígenes canarios. En estos pueblos, el sol se asocia a un principio femenino, a una especie de «vieja» huraña que a veces se suele mostrar compasiva. Esta vieja -el Sol- contrajo matrimonio con otro «viejo» -la Luna-, y ambos reinan en el universo. En muchas otras civilizaciones aborígenes se relaciona el sol con una deidad femenina y la luna con una masculina.
No obstante, existe una dificultad al relacionar el ser supremo tradicional -el sol- con su sincretismo en la religión cristiana, la Virgen de la Candelaria Parece lógico que así fuera, pero no es tan sencillo conocer si esta deidad concretamente era el sol.

Axis Mundi
Se presupone que también los guanches creían en el Axis Mundi, pero los documentos de la época, datados del siglo XVI, y escritos por evangelizadores que no comprendían una cosmogonía tan compleja y diferente a su religión, no aciertan a aclarar esta cuestión.
Otra duda sería en qué lugar de su territorio estaba este pilar. En la Palma, podría el Roque de los Muchachos; en Gran Canaria, en la Caldera de Tejera, existía un recinto cultural (un «almogaren») en que el realizaban ritos paganos. Y, por supuesto, también el Teide, en Tenerife, cumplió perfectamente este cometido. Es decir, que cada isla tenía su propio punto de apoyo; aquél que simbolizaba el nexo entre los dos mundos.
En conclusión, los guanches tenían una rica cosmogonía, basada en un sólo ser supremo -que podía ser el sol o la luna- y en el Axis Mundi. Una cosmogonía que se perdió en la evangelización y de la que quedan restos arqueológicos y textos imprecisos de los sacerdotes evangelizadores. De ahí su complejidad en el estudio y a que a muchos historiadores le supone un quebradero de cabeza, como en tantos otros temas.


 # Realiza ahora las siguientes cuestiones:

1)  Haz un esquema propio, detallado y pormenorizado, donde aparezcan las cosas más imporantes. Recueda que no es un resumen sino un esquema, donde no necesitas explicar lo que has leído, ¿vale?


2) ¿Qué crees que nos quiere decir y transmitir esta lectura? Explícate y expláyate con tus plalabras.

3) Inventa tres preguntas con sentido y coherencia sobre lo leído y cuyas respuestas estén en la lectura.

4) ¿Qué opinas acerca de lo que has leído? Explícate y expláyate con tus palabras.

5) Realiza un listado de 15 verbos, 15 sustantivos y 15 adjetivos que encuentres en la lectura. ¡Ánimo!

6) Para terminar, selecciona las 10 oraciones que tú quieras y analízalas sintácticamente (sujeto y predicado) y morfológicamente (verbo, sustantivo, adjetivo)  
7) ¿Qué relaciones encuentras entre lo que has leído y las cosas que has dado, compartido y escuchado en las de sociales y naturales? ¿Crees posible relacionar algunos detalles?

















LA MALDICIÓN DE LAURINAGA, LEYENDA GUANCHE



El señor de las Islas Afortunadas (S. XV), D. Pedro Fernández de Saavedra, era un caballero bravucón y pendenciero que, nada más pisar tierra guanche, comenzó a tener aventuras con las hermosas lugareñas. De estas esporádicas relaciones, nacieron una sarta de hijos ilegítimos. 

No obstante, según los convencionalismos de la época, hubo de casarse con una mujer de buena familia. La escogida fue Constanza Sarmiento, hija de García de la Herrera, con la que tuvo catorce hijos.

Uno de estos hijos fue D. Luis Fernández de Herrera, quién heredó los atributos físicos de su padre y su egotismo. También dado a los escarceos amorosos, seducía a las indígenas que lo admiraban como a un héroe. Y sería una de ellas su perdición. Una atractiva guanche, bautizada como Fernanda, fue su objeto de deseo durante meses.

Ésta no accedía a sus deseos, pero temerosa de posibles represalias, aceptó a acompañar a D. Luis a una cacería de su padre. Durante la jornada, aprovechó para llevársela a otro lugar, lejos de miradas indiscretas. Sin embargo, al intentar abrazarla, ésta se asustó y empezó a pedir ayuda. Pronto el resto de los asistentes a la cacería se percataron de la ausencia de los jóvenes.
Aunque la comitiva acudió presta al lugar de donde provenían los gritos, un lugareño se adelantó y, por intentar defender a Fernanda, D. Luis desenvainó un cuchillo y el guanche se lo arrebató hábilmente.

Pero, justo en ese momento, aparecía el padre de éste, D. Pedro Fernández de Saavedra, quién con su caballo, aplastó al campesino muriendo éste en el acto. Pocos minutos después, aparecía una anciana, madre del labrador asesinado, y al comprobar quién era el causante de la muerte de su hijo, descubrió que se trataba del hombre que la había seducido en su juventud, padre y asesino de su propio hijo.
Dolorida, elevó sus ojos al cielo, invocando a sus dioses guanches y maldijo toda la tierra de Fuertenventura, por ser D. Pedro Fernández de Saavedra su señor. Desde entonces, el viento sopló con fuerza del Sáhara, quemando todo a su paso. Año tras año, la isla se convirtió en un bello desierto, pero un desierto que, dicen los antiguos, acabará desapareciendo bajo la maldición de Laurinaga. 




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